ARAGON TOBAR RICARDO ALEJANDRO

Nació el 22 de junio de 1950 en Capital pero su infancia y adolescencia transcurrieron en Villa Sarmiento, Partido de Morón, Pcia. De Buenos Aires.
Egresado en el 67 del colegio Ward, dicen de él sus compañeros en el libro de egresados: “cuando se dormía en clase sabíamos que sus sueños se orientaban en la búsqueda de una solución al problema de la guerra, de la natalidad, de la economía o cualquier otro problema a solucionar… un sabelotodo, conocedor de todos los peligros del mundo, un brillante orador, capaz de improvisar cualquier lección dejando con la boca abierta a todos…”
Intelectual, culto, comenzó a estudiar ingeniería pero pronto pasó a sociología, formado en el pensamiento que la cultura es emancipadora de los pueblos. Comenzó a participar socialmente desde los 14 años en una Unidad Básica con su padre José Ricardo, quien además de trabajar en el Banco era Presidente de la Sociedad de Fomento del barrio y gran defensor del Hospital público Posadas.
Su padre y su madre Clotilde se sentían orgullosos cuando el 5 de enero de 1972 ingresó al Banco en la Casa Central. Sin saber quizás, que la carrera bancaria no era su objetivo, porque Ricardo había decidido hacer realidad esos sueños de los que sus compañeros de colegio hablaron casi “proféticamente”.
Emergente de una generación que se entregó apasionadamente para construir una sociedad más justa e igualitaria, a la vez que militaba en la villa Carlos Gardel, se comprometía aún más con el espacio político al que pertenecía: la Juventud Peronista. Y fue por su nivel de compromiso que para resguardarse del accionar represivo de la Triple A, renunció al Banco.
En el año 1975 conoció a Cristina, en diciembre se casaron y el 29 de junio del 76, nació Lola. Así de decidido, intenso y apasionado era Ricardo. Convencido que con su entrega estaba construyendo un futuro mejor para su pequeña hija y las futuras generaciones, no dudó en instalar una “imprenta” en el baño de su propia casa.
El 26 de diciembre de 1976, un grupo armado ingresó a la casa donde vivían en Villa Luzuriaga, partido de La Matanza y secuestró a los tres.
Lola de 6 meses fue entregada a sus abuelos paternos. Cristina y Ricardo fueron llevados al CCD “Sheraton” y Cristina posteriormente fue liberada. El cuerpo sin vida de Ricardo apareció en la morgue del Instituto de cirugía de Morón.
Nos dijo Lola de su padre: “me dijeron que mi viejo era un buen tipo, muy alegre y siempre dispuesto a dar una mano…” Y a pesar de la emoción al de recibir la medalla, subió erguida y decidida, quizás como lo hubiera hecho su padre, del cual además heredó la convicción de que una sociedad más justa e igualitaria es posible, pero dado lo que sucedió en nuestro país sólo podrá lograrse si los responsables de tamaño genocidio son juzgados y cumplen sus sentencias en cárceles comunes. Que así sea por la Memoria, la Verdad y la Justicia.
(Biografía aportada por la Comisión de Empleados del Banco de la Nación Argentina por la Memoria, la Verdad y la Justicia)